jueves, 23 de diciembre de 2010

A la sombra del principio Ch'ulla. Una evaluación de fin de año

Por: Javier Medina

Mis supuestos

Como se sabe, he reformulado la dualidad contradictoria subatómica, Onda / Partícula, con los conceptos de Ch´ulla y Paridad para poder leer el colapso de la materia-energía a nivel de la complejidad humana. Pues bien, desde esta grilla hermenéutica voy a intentar hacer un balance provisional del Proceso de Cambio en curso.

Desde mi punto de vista, la civilización occidental se caracteriza, precisamente, por un colapso Partícula: energías saxra, fuertes, masculinas. En ello coinciden las raíces semitas y helenas que minimizan las energías antagonistas: la Magna Mater mediterránea y la diosa Asherah, sublimada como Shejinah. La Indianidad busca ecualizar ambas energías: la bosónica y la fermiónica.

Mi hipótesis, pues, es la siguiente: pasado el tiempo de las diosas madres, (Riane Eisler), acabando el interludio del Dios de Abraham, Isaac y Jacob (Blas Pascal), el tiempo del Padre, (Lacan), empezará un tiempo en que ambas polaridades antagónicas iniciarán un proceso de tipo conyugal: jaqichasiña. En esto, jaqichawi, la indianidad tiene el software más sofisticado. Un guiño de esa tendencia, en Occidente, es el bestseller de Dan Brown: The Da Vinci Code. Por un lado, los cristianos le están buscando mujer a su soltero de oro y, por el otro, la crisis terminal del celibato, azuzada por la pederastia clerical. Hasta aquí llegó el principio de no contradicción. Vivimos un tiempo liminal.

Las macro tendencias que acaban

La edad moderna, donde florece y frutea la apuesta monoteísta: el capitalismo, (el socialismo es también capitalismo, sólo que de Estado; no de Mercado) eligió el mito de la Revolución como la tecnología para producir el milagro de la reconstitutio in novo de las Vasijas rotas: otro tiempo, un hombre nuevo, como si no existiera la ley de la gravedad; secuela ésta de una falsa hipótesis: la dualidad cuerpo / alma; los seres humanos, empero, somos un continuo masa-energía, como ahora sabemos.

En la Revolución reverberan los atributos de la energía fermiónica: violencia, autoritarismo; lo súbito; las energías de la expansión, fragmentación, individuación; el rigor: lo masculino; la unilateralidad, la lógica de no contradicción: estás conmigo o contra mi; la ilusión de la hegemonía, un solo sentido común: la homogeneización noosférica: thánatos:; infundir temor como feedbak, la sangre como semilla; un jefe: führer, caudillo, timonel, líder: un solo macho de la manada, un solo camino, una sola verdad, un solo tipo de sociedad: todos iguales no sólo jurídicamente.

Ahora bien, lo antagónico: el anarquismo, no hizo masa crítica. El tercero incluido: el reformismo: la socialdemocracia, es la que trajo, en realidad, el bienestar soñado por su clase obrera. Kautsky, no Lenin; La Salle, no Trotsky. Lula, no Fidel. La Participación Popular, no la Revolución Democrático Cultural empoderaron económica y políticamente a la Indianidad. (La RDC convirtió, otra vez, a los indígenas en pongos; esta vez: políticos, y, económicamente, democratizó el acceso al circuito coca-cocaína).

El Reformismo intenta, políticamente, balancear las energías fermiónicas y bosónicas. Las energías bosónicas son las energías de la conjunción, la dulzura: lo femenino; lo procesual, poco a poco: paso a paso; la lógica antagonista de lo uno y lo otro, la complementariedad, el principio ganar/ganar; la pluralidad, lo heterogéneo, la libre expresión de sentimientos, pensamientos y emociones: eros; las redes descentralizadas, el compartir, la rotación, el turno: el camino del medio.

El holón Bolivia, como caso

En Bolivia, la sociedad menos occidental del hemisferio, se está rompiendo la hegemonía monoteísta occidental. No debiera ello, llamar la atención. Ello, empero, implica que algo sigue y algo cambia. En la cuenta corta, me interesa saber qué hace masa crítica; cómo se dosifican la continuidad o el cambio. Sobre ello me quiero detener

¿Cómo se dosifican, hoy, Occidente y la Indianidad?

Fenomenológicamente, lo que marca el cambio es la emergencia de la Indianidad. La puesta en escena de su ritualidad, vestidos, palabras, movilizaciones: su centralidad mediática. Da la impresión, empero, que esto es de momento superficial, anecdótico, folclórico: adjetivo. La nueva legalidad es anti-india y, ¡oh paradoja! con su anuencia. Jaqis votando lo ch´ulla. Buen ejercicio para aprender a pensar lo contradictorio.

Noumenológicamente da su último coletazo un rostro tercermundista, extemporáneo, de las energías fermiónicas del Occidente monoteísta: la revolución democrática y cultural. La revolución opera dentro del monoteísmo; ese es su Sitz im Lebem.

Ahora bien, cuando una sociedad es monoteísta y animista, ese concepto, si se pone en escena, es como farsa, en palabras de Marx.. Ya no tiene pertinencia, pues la sociedad no es homogénea culturalmente. El nuevo concepto, que incluye el de revolución pero lo relativiza y trasciende, es Pacha-kuti: el regreso: kuti, de las dos: pa, energías antagónicas: cha, como complementarias. Pero he aquí que ese regreso no es súbito. Se acerca descalzo y paradójicamente.

Primera constatación, por tanto: de facto, estamos en tiempo de “revolución”. Occidente sigue mandando, mediante sus comisarios rojos, y la Indianidad (bautizada de movimientos sociales) ha ocupado, en su imaginario, el lugar de la clase obrera: masa de maniobra y carne de cañón. Como en toda revolución, hay un cambio de clase dominante. Esto nadie puede negar. Luego, como en toda revolución, rodarán cabezas, pero ya sólo metafóricamente: legalmente. En la long durée occidental, esto es un gran avance, ciertamente. In fieri, se acerca, quedo, el tiempo del pachakuti. Ignoro todavía sus ritmos. Sólo se que, ahora, no tienen todavía el poder. Ello, empero, debiéramos considerarlo como normal y aceptarlo así, como lo hace la Indianidad taoísta. Tenemos que aprender a pensar, sin prisas, lo impensado.

¿Cuáles los ritmos y tendencias del proceso de cambio?

Podríamos atisbarlo en el fractal del MAS. En el IPSP / MAS se pueden distinguir hasta ahora tres fases: la fase embrional del Chapare donde lo andino es más fuerte que lo occidental (véase De la Revolución al Pachakuti, de Filemón Escobar); el interludio parlamentario, en el que lo andino y lo occidental empatan y, la tercera fase: la gubernamental, en la que lo occidental se impone y subordina lo andino. Como en el Tai Chi, este movimiento generará su simétricamente contrario.

Intuyo que el énfasis occidental durará hasta que implosione el Estado Plurinacional debido a que no podrá soportar las energías centrifugas (so pretexto de transparencia) y las energías centrípetas (so pretexto de legalidad positiva) que está poniendo en escena simultáneamente y que inciden directamente en la gestión pública. Esta sería la vía no anarquista de hacer desaparecer el Estado (:lo estático) y que abrirá el espacio teórico para pensar la Comunidad Política: el Jatun Ayllu, ora estáticamente, como Occidente, ora dinámicamente, como el Oriente.

Sospecho, dada la aceleración estocástica de los tiempos (los liberales tardaron 20 años en demostrar su capacidad; los socialistas tardarán 10 años) que el encuentro intercivilizatorio se dará hacia el 2015 (complementariedad de Occidente y la Indianidad) y, si seguimos el algoritmo estocástico, antes del bicentenario de la República podremos tener el gusto de ver dar sus frutos al principio Diarquía; con lo que volveríamos al Chapare, en otro bucle de complejidad, es decir, a la experiencia primigenia de los cocaleros andinos.

¿Cómo se está imponiendo lo occidental?

El modo sustantivo

Este modo no hace tanta bulla, pero es el más efectivo; la segunda modalidad, que llamaré adjetiva, hace más ruido, pero es más efímera. Pero, entre ambas maneras hay complicidad y sinergia. Comparten, en efecto, el mismo software de civilización: el monismo jurídico y un savoir faire ya probado: la extirpación de idolatrías.

La forma sustantiva es implementada por los abogados del MAS. Están imponiendo un modelo jurídico obsoleto, que no funciona y, en ello, han sabido neutralizar el sistema jurídico indígena, que sí funciona, colocándolo como florero y, ello, nada menos que con el voto indígena; lo que demuestra el neo-pongueaje masista. Los abogados del MAS han impuesto su visión tercermundista en la Asamblea Constituyente y lo están imponiendo, ahora, desde el Poder legislativo, con las nuevas leyes. Esta es una vía inédita de implosionar, desde dentro, la forma Estado. La Ley: el orden, como promotor del caos, entendido ora como chipazón ora como turbulencia producida por las nuevas leyes. Me fascina esta manera contradictoria de acabar con la forma Estado: lo estático, por la energía dinámica de la forma Ayllu que, inconscientemente, se filtra a través de los abogados indígenas del MAS.

El Estado Plurinacional está implementando, simultáneamente, dos movimientos que se repelen mutuamente: la Ley Marcelo Quiroga Santa Cruz que ha encendido el ventilador: lo centrífugo; en poco tiempo, nadie, con dos dedos de frente, querrá ser funcionario público. Centrípetamente: las nuevas leyes congelan un modelo chipado, de tipo positivo, que inmovilizará en peor todo el aparato administrativo. He aquí la receta para implosionar algo sin que nadie se de cuenta.

El modo de empleo, es la extirpación quirúrgica de todo cuanto huela a idolatría en el totum revolutum de la Constitución. Para esta operación, liberales y socialistas: monoteístas se unen por ensalmo (: el trío de los Carlos, loado por el PNUD). La técnica es minimizar y volver inocuo el sistema jurídico indígena, a la par que se lo loa y sahuma. Véase la Ley de deslinde jurisdiccional. Es modélica al respecto. Este raleo sistemático de lo indígena, ya lo han sentido, empero, el CONAMAQ y la CIDOB pero he aquí que siguen presos, afectivamente, del Jiwasa, que les ha suscitado el jilata Evo, pero que los está llevando por la vía de la jiwaña.

La forma adjetiva

La forma adjetiva de occidentalizar el Proceso de Cambio consiste en encubrir discursivamente el Pachakuti con la retórica de la Revolución. Ahora bien, la última revolución en Occidente ha sido la Revolución cubana. Este “ya es otro tiempo”, como dicen los indígenas. Ya no estamos en la modernidad. After Castro, sólo puede haber inercia.

Pero he aquí que, en la cuenta corta, no hay que despreciar las fuerzas de la inercia, especialmente si no hay una contra-inercia; como en nuestro caso. La ley de la gravedad ya ha producido, en efecto, un cadáver: las Autonomías: creación artificial de las elites, internas y externas, para enfrentar y minimizar el huaico indígena. Entre tanto, los abogados del MAS la chiparon, lo que se pudo, para hacerla inocua. ¡Son mucha cosa nuestros tinterillos! Claro, como en otras ocasiones, habrá mamás-chimpancé que seguirán agarrando a su cría muerta, queriendo creer que sigue viva. El amor maternal es insondable.

He aquí que una revolución, por diseño, es centralista y vertical. No hay revolución plurinacional, autonómica y descentralizada. Ello es un anacolutum absoluto. Una revolución es la entronización de Phallus: del Uno. Por eso es que las autonomías son ya un aborto, por angas o por mangas.

En primer lugar, por carecer del así llamado Factor subjetivo: la elite emergente es claramente presidencialista, centralista, vertical y autoritaria; estas atribuciones van siempre en combo y son de diseño. El programa Bolivia avanza, Evo cumple ha anestesiado, eficiente y eficazmente, todo pujo descentralizador e institucionalista.

En segundo lugar, porque tampoco existe Factor objetivo: con la subida a la Presidencia de Evo Morales, la Indianidad da un viraje centralista y quiere ver en él la figura del Inca: del gran Donador: reciprocidad ternaria centralizada; lo que, efectivamente, se implementa con los Bonos y Cheques en mano. Este factor objetivo se puede entender de dos maneras, desde las masas, como ya vimos, pero también desde las elites: los gobernadores. Estos tampoco quieren protagonizar; se comportan como delegados presidenciales pasados por el hervor del voto. Los del MAS por serviles; los de la Media Luna porque, lo de las Autonomías, fue sólo un pretexto para oponerse a la Indianidad y apropiarse de la tierra y de los recursos naturales. Nunca han creído en ella. Este ha sido sólo un sueño abstracto de tecnócratas plagiarios.

En tercer lugar, las autonomías también carecen de base material: ningún nivel autonómico tiene la capacidad fiscal de autofinanciar su destino. Autonomías rentistas (que es lo que desean todos) es otro gran anacolutum, amen de supina ingenuidad. Eso no funciona, sobre todo si un centralista agarra el grifo.

Pero, caramba, ¿por qué un centralista debería implementar una descentralización de su poder, máxime si los factores reales de poder no lo quieren? Por si ello no fuera suficiente, he aquí que la Indianidad (para sorpresa de ilusos) no quiere cambios progresistas, en sentido occidental; quiere saborear, sencillamente y, a saber, por mita, del poder q´ara, ahora en sus manos. O sea que ésta es una curiosa revolución sin élan revolucionario. Una revolución conservadora. Una vuelta de tornillo a más de lo mismo, que sabemos no funciona. Pero, ¿quién ha dicho que un animista quiere ir a lado alguno? Perseguir metas es ilusión de monoteístas.

La Indianidad marginada, quiere disfrutar de estar en el centro; subordinada, quiere saborear el Uno; arrodillada y raleada, quiere gozar del rodillo parlamentario; mamada, quiere satuquear ahora. Aunque sea vicariamente. En esas estamos. La sociedad se está devolviendo cortesías. Los t´aras están dando a los q´aras de su propia medicina. ¿No se puede ver este momento como un instante de justicia poética? El equilibrio implica oscilación. A una de cal: gobernador, otra de arena: delegado presidencial. ¿No cachamos la vaina? Estamos, todavía, en el dominio del Uno. Prefiero, sin embargo, esta “revolución” a la francesa, rusa, china, camboyana y cubana.