lunes, 15 de noviembre de 2010

El malentendido entre Occidente y la Indianidad. Repensando el municipio de La Paz

Por: Javier Medina

Hace aproximadamente 10 años el MSM cambió el nombre de “Oficialía Mayor de Cultura” por el de “Oficialía Mayor de culturas”. Gran cambio para la época. La fáctica y evidente diversidad cultural de la ciudad se la reconoce conceptualmente. El multiculturalismo se convierte en política pública. Se celebra la diversidad y se la amplía hacia las subculturas urbano juveniles, musicales, sexuales, artísticas, etcétera. Todo lo que se pueda incorporar, a la matriz occidental municipal, se incorpora y revaloriza. Pero, he aquí, que en esa valorización ecuménica de la pluralidad, lo aymara-quechua: los qollanas que, según el último Censo se identifican, en el caso de nuestro municipio, en un 61% como tales, frente al 38.8% del famoso “ninguno”, quedan diluidos como mero color local. La política multicultural, diseñada por el liberalismo protestante anglosajón para ecualizar sociedades industriales con minorías étnicas, muestra su incompetencia copiada acríticamente en sociedades mayoritariamente no occidentales, con minorías no protestantes y no industriales, como en el caso nuestro.

Una década después preocupa y es peligroso políticamente, sobre todo en un dizque “Estado Plurinacional”, esa visión conservadora multiculturalista del Gobierno municipal. Lo progre se puede convertir en retro, si cambia el contexto y pasa el tiempo. Los diseñadores actuales de las políticas culturales municipales parecen no haber superado, y se aferran, inercialmente, a una visión fenomenológica e incipientemente sociológica de la diversidad cultural. Ahora bien, ese punto de vista, en ese primer nivel fenomenológico, ha sido superado demagógicamente por la revolución democrática y cultural. Demagógicamente, porque instrumentaliza lo indígena, para marchas y desfiles mediáticos u olimpiadas deportivas (panem et circenses), mientras, paralelamente, desde el Ejecutivo y sobre todo el Legislativo, trata de drenar como puede los espacios de poder real conquistados por la Indianidad, convirtiendo al Estado Plurinacional en un mascarón de proa vacío; drenado de su sustancia. Tal el origen del malestar político de la CIDOB y CONAMAQ. En la lógica constitucional, lo plurinacional es lo indígena, no el socialismo. Ahora bien, cada “contenido” precisa de su propia “forma” para ser y, sobre todo, para ser-con-el-otro. Lo indígena, en el Estado Plurinacional, carece de su propia forma: la dia-rquía, para ser con la mon-arquía occidental.

Por tanto, lo que supera, demagógicamente, y entierran, fácticamente, las erráticas iniciativas culturales de la revolución democrática y cultural, es una oportunidad para el MSM-MKC para relevarlo, pues es inocuo e irrelevante lo que hacen: festivales de música folclórica, el suma qamaña como estrategia, ¡nada menos!, que de un plan de desarrollo: ¿?, concursos de ponchos con tractores como premio, descolonización declarativa, despatriarcalización feminista: ¿?, mamautas, creación in fieri de un neo sacerdocio indígena en un sistema cosmovisivo ¡no basado en la escisión!, como el monoteísta: ¿Qué van a re-ligar, por ventura, esos sacerdotes y pontífices de una neo-religión andina? ¿Seguir bordando chakanas en albas diaconales católicas? ¿Acaso no existe ya un poderoso y eficiente sistema de emparejamiento andino?). ¡Ay! saludos y más saludos, por doquier, a la Wiphala. Por tanto, pues, la desubicación masista, en lo que atañe a cultura y civilización, se convierte en una gran oportunidad política para el gobierno municipal de La Paz. Mostrar, teórica y gerencialmente, una propuesta administrativa y gubernativa que va más allá del multiculturalismo y la bien intencionada pero imposible interculturalidad, como sistema de gerencia pública. Evalúen nomás los resultados de la EGPP: pachamamismo, fotos a colores y papel cuché; no más.

Hay que avanzar hacia un t´inqhu de civilizaciones, con todo lo que ello implica y que no aparece en el debate político boliviano, ni de derechas ni de izquierdas, ni indianista ni indigenista; sólo en el Katarismo de Katari (hoy en alianza política con el MSM). Puedo entender el miedo occidental al Otro (el Monoteísmo occidental, en efecto, se erige, como tal, negando a la Otra por antonomasia: la mujer; es ch´ulla) y por ello puedo entender también la apología del mestizaje que es la forma de cómo nuestros católicos, urbanos, blancos, profesionales, emulan a la avestruz en su afán para no ver lo obvio y evidente que les cuestiona ontológicamente, no sólo políticamente. Ojala pudiera ser que lo que no queremos ver, por ese mero gesto, dejara de existir o se convirtiera en gris: ni para ti ni para mi. He aquí, empero, que eso, que ni en un cuentito para dormir niños, éstos no los dejarían pasar, determina la fe de los militantes del mestizaje. No se si es bueno respetar la ceguera voluntaria; no –creo– cuando rebasa lo individual y se convierte en una ceguera política. Que no aprendemos (“Ya veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz”, Ex. 9, 32) lo muestra nuestra reciente actitud hacia la ley contra el racismo. Agarramos un párrafo, lo sacamos de contexto, lo mal interpretamos, proyectamos nuestros temores imaginarios: el lobo piensa que todos son lobos, lo absolutizamos, vociferamos histérica y mediáticamente, jalamos padrinos de los states, para, en el fondo, poder seguir siendo impunemente racistas. ¡Abramos más bien los ojos! ¡Somos una minoría étnica en este país! Minoría significativa, poderosa, pero minoría al fin y al cabo. Este es, para nosotros Hijos de Abraham, el horizonte de la reconstitución de lo político, si queremos darnos nuestro lugar en este país, donde los hijos de Pachamama son mayoría y tienen, además, un insuperable modelo político para ese encuentro complementario de opuestos: el ayllu: aran / urin, del que nosotros carecemos por ch´ullas, no por opas. La imposición del modelo católico de “Estado unitario plurinacional” (un solo dios verdadero y 36 nacionalidades distintas) es, para nosotros, estratégicamente, una victoria pírrica. No se pueden establecer relaciones responsables de largo plazo sobre el engaño y la astucia. Debemos enterrar al Pizarro y al cura Valverde, que llevamos dentro y que, en la Constituyente, volvieron a levantar cabeza una vez más. Ojala que esta sea la última ocasión en la que la estrategia jesuítica: “Entrar con la de ellos (“indígena, originario, campesino, plurinacional, sanpueblo”: lo adjetivo) para salir con la nuestra (salvaguardar, in extremis, el carácter unitario del Estado: metáfora laica del Dios uno: lo sustantivo)”, sea implementada ante la santa inocencia de los compañeros llajtamasis y su militante y mecánica levantada de mano. (Sus nietos les maldecirán por haberse comportado como “soldados de la revolución” y no como jaqi del Pachakuti, votando contra sí mismos en asuntos estratégicos. A eso, los japoneses le llaman harakiri, aunque los samurái lo hacían por razones de honor y los nuestros porque el sentimiento del nosotros es más fuerte que la conciencia del yo, sobre la que se basa, justamente, la democracia representativa. Otro Quid pro quo democrático por no inteligir, epistémicamente, el distinto voltaje civilizacional de las dos matrices que nos constituyen. Siempre que se piense lo uno y lo múltiple en términos occidentales, como en la nueva Constitución, saldrá perdiendo la Indianidad y, ello, no conviene a nadie, si queremos sellar un pacto de reciprocidad duradero y mutuamente beneficioso).

De la descripción fenomenológica de la pluralidad cultural: multiculturalismo, el gobierno municipal debe avanzar, si quiere relevar al MAS como alternativa política, a un enfoque epistemológico de la diversidad. Siguiendo la metáfora kantiana “fenómeno / noúmeno”, hay que avanzar al noúmeno de la multiculturalidad; algo, por definición, más allá de la experiencia sensible (en la que gustosos parecen querer seguir retozando los de la Oficialía de culturas: “La belleza de la chola paceña”). Kant sugiere avanzar hacia lo nouménico como un “postulado de la razón práctica”; hoy diríamos de la razón gerencial. Es decir, no hay nada más práctico: eficaz, que una buena teoría para hacer una buena gestión. Ahora bien, entre tanto la propia filosofía y las Geisteswissenschaften han superado el idealismo alemán y tenemos la obligación intelectual de repensar las definiciones racionalistas y las descripciones fenomenológicas de la cultura desde el nuevo paradigma científico técnico de hoy mismo. Es demasiado elemental fundamentar una disquisición al respecto, recurriendo al diccionario escolar: “cultura viene de colere”. Dentro de ese reducido horizonte intelectual, referirse, por ejemplo, a la Función Onda ya resulta algo incluso insultante.

El estructuralismo, en especial la obra de Lévi-Strauss, ha terminado de desmontar una comprensión esencialista y humanista del Hombre: un ente abstracto: “hijo de dios”: (“Lo hiciste poco inferior a los ángeles” Salmo 8, 2), compuesto de “alma y cuerpo”, desvinculado de la biosfera: lo tangible, y de lo intangible: la cultura, a no ser como dominador: (“Dominad la Tierra”: Gén 1, 28; Le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies: rebaños de ovejas y toros, y hasta las bestias del campo, las aves del cielo, los peces del mar, que trazan sendas por la mar”. Salmo 8, 7-9). Hoy se vuelve a imponer una visión sistémica del hombre, semejante a la holista de la Indianidad, como microcosmos: el ser humano como un universo a escala en contigüidad morfológica con el todo: geometría de fractales: las partes se auto-semejan dinámicamente al todo. Es más, la parte contiene al todo. El paradigma hologramático. Una célula contiene toda la información genética del ser potencial. Por eso, justamente, se pudo clonar a la oveja Dolly. Con la hipótesis alma/cuerpo no se puede clonar nada. Así, pues, la información que nos pueda dar el nivel más simple imaginable, por ejemplo, el nivel subatómico se replica, por resonancia mórfica, a niveles más complejos como, por ejemplo, la misma humanidad, entendida como una unidad neural hipercompleja. Ya son dinosaurios científicos quienes se rehúsan aceptar, por ejemplo, que lo que vale a nivel subatómico, vale también a nivel astrofísico y, a fortiori, a nivel noosférico. Se aferran a la vieja diástasis, cuando todo indica un diseño en la lógica del continuum: la gran cadena del ser: scala naturae, de factura holoárquica, ahora. Gracias al Huble sabemos, por ejemplo, que la gestación de una nueva galaxia se parece, morfológicamente, a un feto animal o humano. Pues bien, es desde esta perspectiva epistémica que debemos redefinir conceptos esenciales a este propósito, como cultura y civilización, para afinar una propuesta política que pueda tomar el relevo político y reencausar el proceso de cambio, ya en curso de entropía, en su versión sindical-socialista. (“De la chompa al rodillazo”, es una metáfora que puede graficar la segunda ley de la termodinámica, aplicada a nuestro caso. En una época en la que la Videoesfera prestidigita en segundos la empatía mundial hacia un nuevo icono, también en segundos puede concitar la energía contraria: la antipatía. Del calor al frío, del orden al desorden, de lo sólido a lo líquido, de la empatía a la antipatía: esta es la ruta de la entropía)

Así, pues, lo indígena no es adjetivo y lo occidental no es sustantivo (tal la nueva Constitución, si sabemos leer críticamente y no nos dejamos emborrachar la perdiz por la proliferación de señuelos de identidad y jaculatorias de reconocimiento). Ambos expresan, en nuestra formación societal, las dos energías, Bosón y Fermión, que constituyen la vida. Tenemos que superar (pero no hegelianamente: tesis/antitesis=síntesis, sino cuánticamente: e / no-e: T) una visión antropocéntrica de la política y la gestión pública por dos razones básicas: una, porque la mayoría indígena de este país pertenece a un paradigma cosmocéntrico: pacha-céntrico, en realidad, pertinente ecológicamente, hoy, y porque el nuevo paradigma científico de Occidente (en el que debemos ubicarnos los bolivianos occidentales de tradición abrahámica) ya no es newtoniana, mecanicista y reduccionista. Por una vez, se abre la oportunidad que los occidentales bolivianos estemos, políticamente, a la par o por delante de Occidente y no a cien años de distancia por atrás, como la actual oposición católica, urbana, profesional y empresarial. Es una vergüenza, pero es nuestro espejo: eso somos como sociedad occidental. Eso, han producido los colegios católicos y sus universidades. Es hora que la CEE inicie una metanoia espiritual e intelectual, tanto en el sentido greco-paulino como en el de Pete Senge: La quinta disciplina, para remozar, desde sus fuentes herméticas, la sabia judeocristiana del “tronco centenario” para que pueda hacer el t´inqhu civilizacional con el “tronco milenario” de la Indianidad. Pactar sobre una sintaxis compartida. Este es el horizonte de lo político, hoy). Y, ello, está más allá de la revolución democrática y cultural.

Al ser humano, anatómicamente moderno, se le calcula 175,000 años. Durante el 93% de nuestra existencia hemos vivido como cazadores, recolectores y horticultores, dentro de una cosmovisión animista de cuño “matrístico y fraternal”, según Riane Eisler e “igualitaria y matrilineal” según la terminología de Marija Gimbutas. Los arqueólogos no han hallado ningún resto de armamento ni de fortificaciones militares entre los años 6,500 y 5,500 antes de nuestra era. Ahora bien, en Oriente Medio, cerca de 4,000 años antes de nuestra era empiezan a aparecer sociedades basadas en agrupar a miles de seres humanos en equipos de trabajo gigantescos para construir canales, levantar diques y crear las primeras sociedades hidráulicas a gran escala. Las relaciones familiares matriarcales dejan paso a nuevas formas de poder patriarcal. El gobierno antes estructurado en torno a decisiones consensuadas, interactivas y concretas, cede el paso a formas de gobierno abstracto en manos de un único gobernante que ejerce un poder absoluto, administrado por burocracias especializadas. Esta idea del Uno, masculino, está ligada a los nombres de Akenatón y al de Moisés. Una teoría reciente afirma que Moisés fue un noble de la corte de Akenatón. Desde Freud hasta Campbell se sugiere que Moisés pudo haber abandonado Egipto tras la muerte de Akenatón (1358 a. C.) cuando las reformas monoteístas del faraón fueron rechazadas violentamente. Las principales ideas que apoyarían esta teoría serían que la religión monoteísta de Akenatón sería la predecesora del monoteísmo de Moisés, que es el que llega hasta hoy mismo. [] Digamos, pues, que la idea monoteísta no tiene más de 3,500 años, versus los 175,000 años de experiencia animista. Ahora bien, estos 3,500 años han sido de una intensidad increíble, sobre todo los recientes 500 y, en especial, los últimos 200, en los que el consumo de energía ha alcanzado unos niveles sin precedentes y la entropía generada, que se plasma en el cambio climático causado por el consumo de combustibles fósiles, ha provocado unas transformaciones en la química de la biosfera que pueden ser fatales. Es decir, la experiencia histórica nos obliga a relativizar la experiencia monoteísta del Uno, como paradigma de civilización, y a revalorizar la experiencia animista de la Paridad, como paradigma de civilización, máxime si ésta no excluye la energía masculina, como sí reprime el monoteísmo la energía femenina.

A nivel de lo simbólico, la noción de la Paridad es muy fuerte; no en vano todos sabemos, a nivel de lo real, que provenimos de un padre y una madre. No hay nadie que en su sano juicio sostenga que proviene de su padre y punto; sin embargo, esta experiencia primordial, arquetípica, deja de funcionar a nivel conceptual en la tradición occidental. Esta inadecuación entre lo real y lo simbólico es, ahora, la mayor vulnerabilidad del modelo monoteísta. Incluso en la tradición judía, esta idea bizarra: primacía del Uno patriarcal, ha debido irse imponiendo, paulatinamente, sobre todo después de la destrucción del primer Templo, 586 a. C., cuando la escritura y el dinero se van convirtiendo, poco a poco, en los máximos equivalentes generales de sentido. La arqueología ha descubierto, en Jerusalén y Beersheva, figurines-pilares de la diosa Aquerah, esposa del dios El, fechados 700 años antes de nuestra era; es decir, en la época del así llamado Reino de Judá La tradición kabbalista, más sofisticada, mantiene empero la idea de la Paridad nada menos que en la figura del Adam Kadmón, el Hombre primordial, creado a imagen y semejanza de Dios: varón y mujer los creó: Génesis 1, 27. Adam Kadmón es andrógino. El diagrama del Árbol sefirótico es una ayuda visual para pensar lo contradictorio: columna de Jojmah y columna de Binah, y el Tercero incluido: la columna del medio. La tradición griega conoce también la misma figura: el hermafrodita: hermes-afrodita que Platón nos transmite en el Simposio. El Taoísmo conoce la figura del Yin y Yang. Mesoamérica otro tanto: Quetzalcoatl: el dios pájaro y serpiente: el cielo y la tierra. Los Andes conocen Wiraqocha: fuego y agua. Los guaraníes conocen el mito de los mellizos. Que esto no es un mito, en el sentido vulgar de cuento, lo vuelve a recordar la física cuántica, cuando en la unidad mínima del átomo vuelve a descubrir ambas energías: función Onda y función Partícula, como constitutivas de la materia-energía, volviendo a otorgar la fuerza de “palabra del origen” a las narraciones míticas de la humanidad. El Mito, en efecto, se caracteriza, porque trata de responder a una pregunta existencial; está constituido por contrarios antagónicos y proporciona la reconciliación de esa polaridad contradictoria mediante la complementariedad de ellos; es decir por el lado contradictorio. Veamos la proposición fundamental del cristianismo y, a fortiori, de Occidente: “Jesús es Dios y Hombre”. De hecho, ello ha dado lugar a dos escuelas de pensamiento: la escuela de Antioquia, que enfatizaba la humanidad y la escuela de Alejandría, que enfatizaba su divinidad, dando lugar a dos herejías famosas: el Nestorianismo: Jesús es hombre y el Monofisismo: Jesús es Dios. Lo correcto: el dogma cristiano, en efecto, estriba en afirmar lo contradictorio: Jesús es Dios y Hombre al mismo tiempo. En tiempos de una nueva nestorianización del cristianismo: teología de la liberación, por ejemplo, hay que volver a izar lo Contradictorio como matriz de significación y de civilización. Tal el anclaje epistémico, desde Occidente, para nuestro diálogo con la Indianidad.

Como el Monoteísmo sólo es posible en el nivel imaginario, en lo real, el monoteísmo abrahámico no puede evitar la manifestación de la Paridad animista en su seno y ésta se manifiesta a través de lo que se ha venido en llamar, desde el punto de vista simbólico, Heterodoxia. Ortodoxia / Heterodoxia. La ortodoxia afirma al Padre, la Ley, el Estado unitario, la escritura, el dinero; la heterodoxia al padre y a la madre, la costumbre, la diarquía, la conversación, el ayni: en ello estriba la herejía. Después de Constantino, la ortodoxia se expresa hacia fuera: es exotérica. La herejía se expresa hacia dentro: es esotérica. En el Judaísmo es el sistema dominado por lo sacerdotal, rabínico, centrado en la sinagoga. La vertiente herética está representada por los cabalistas: movimientos minoritarios, más bien elitistas y aristocráticos, rodeados de secreto; los Marranos fueron acusados a la Inquisición por “adorar a una diosa”; así como en las estampidas mesiánicas. En el Islam acaece otro tanto; hay el Islam político, conquistador, fundamentalista, volcado hacia fuera y el Sufismo volcado hacia dentro, místico, contemplativo. El cristianismo, al comienzo, conoce la versión latina: hacia fuera, activa, agresiva: las cruzadas, la dialéctica: su acompañante intelectual, y el cristianismo griego: pasivo, contemplativo, no expansivo: liturgia cósmica, Cristo cósmico. El catolicismo contrareformista que acompaño y bendijo la conquista y la colonización: activa, extrovertida, misionera, tuvo su contraparte en la mística carmelitana y el quietismo y, antes, hacia el año mil, cuando desde los monasterios cistercienses se va gestando la sociedad gótica: hiperactiva, guerrera, dogmática, ejecutiva, florece la mística renana, ecológica, matrística, bajo las polleras de esa gran dama: la abadesa Hildegard von Bingen. El Protestantismo recién con Taizé, mediados del siglo pasado, produce su opuesto complementario; entre tanto se dedicó a dar el último hervor al mandato del Génesis: Dominad la Tierra, con las nefastas consecuencias medioambientales, sociales y psíquicas, que ya conocemos. Así, pues, los hijos de Abraham tenemos una tradición animista, reprimida, basada en la Paridad, con la que podemos dialogar con la Indianidad. También entre nosotros debemos llamar a un Pachakuti: lo heterodoxo debe salir del closet, la mística debe volverse política y nuestro monoteísmo patriarcal bajar al manqhapacha.

Así, pues, podemos avanzar hacia una nueva redefinición de cultura y civilización, desde una visión sistémica, en el continuo cosmo-andro-biológico. El punto de partida lo da la Mecánica cuántica. Teoría física desarrollada a principios del siglo XX que describe las propiedades de la materia y de la energía en el nivel subatómico. Según esta teoría, la materia y la luz pueden ser consideradas simultáneamente como partículas y/o corpúsculos y como ondas, y sólo pueden ser descritas en términos de probabilidades. Esta paridad, hallada en el nivel más micro imaginable, es explicada por Niel Bohr como complementaria, es decir, la materia y la radiación pueden ser, simultáneamente, ondas y partículas. Las dos descripciones se complementan. Dicho de otro modo, las características ondulatorias (Thomas Young) y las características corpusculares (Albert Einstein) son aspectos mutuamente excluyentes pero, paradójicamente, complementarios de la luz (Max Planck). Louis de Broglie generaliza este principio del mundo subatómico a todo el universo, es decir, a todo lo que tiene que ver con materia, energía e información. Por tanto, también a la sociedad, la cultura y las civilizaciones humanas. Este es el paso que propongo. Ampliando el espectro, se puede decir que la pluralidad, variedad y diversidad de partículas (la multiculturalidad atómica) se coagula, finalmente(: sus mínimos comunes denominadores, por así decir) en dos grandes haces de energía que han sido sistematizadas bajo dos formas básicas: bosones y fermiones. Los Fermiones, que responden a la estadística de Fermi-Dirac, son las partículas que producen materia; no pueden asociarse sino a condición de diferenciarse los unos de los otros (Principio de exclusión de Pauli); son las fuerzas “masculinas” de la expansión, conquista; son energías centrífugas, ad extra, que producen fragmentación, individuación: disyunción, lo que, por cierto, permite que el universo siga expandiéndose. Si no están equilibradas por las energías antagónicas, son energías fuertes, agresivas; no por casualidad Fermi es el descubridor también de la bomba atómica. Los aymaras llaman a esta energía saxra. Los Bosones, que responden a la estadística de Bose-Einstein, así llamados en honor a su descubridor el físico indio Satyendra Nath Bose, son aquellas partículas que se combinan para producir energía; pueden asociarse indiferentemente los unos con los otros; son las fuerzas “femeninas” de la inpansión, son las energías centrípetas de la gravedad, ad intra, que producen relacionalidad, comunidad: conjunción: las neuronas espejo que producen la empatía, lo que, por cierto, permite que las energías disipativas fermiónicas se condensen y coagulen formando galaxias, supernovas, sistemas solares, planetas. Sin esta energía, el universo se estaría expandiendo indefinidamente y no hubiera aparecido la vida. Los aymaras llaman a esta energía chuyma. Ahora bien, si sólo hubiera energía bosónica no se habría dado el Big Bang. La vida es el fruto de la complementariedad de estas dos energías fundamentales. A nivel de la humanidad, ésta colapsa ora como Fermión: Occidente, ora como Bosón: Oriente. Siguiendo la lógica del signo igual puesto por Einstein entre E y m, o su visualización en la figura taoísta del Ying y Yang, podemos decir que lo fermiónico contiene a su contrario: lo bosónico, minimizado (la ortodoxia sus heterodoxias) y, al revés, lo bosónico contiene a su contrario: lo fermiónico, minimizado. Todo occidental lleva un indio reprimido y todo indio lleva su occidental resistido. Las dos energías nos cohabitan en dosis diferenciadas por las programaciones neurolinguísticas, una asentada en lo fermiónico y la otra basada en lo bosónico. Por tanto, no hay dualismo, ni maniqueísmo; hay dosificación: alquimia, probabilidades aleatorias y estadísticas, sobre estos dos ejes fluidos. Dicho esto, siempre incluimos/excluimos lo otro, desde una masa crítica que hemos heredado familiarmente. A esto, con Simón Yampara, llamamos Matrices de Civilización. La matriz occidental tiene un software mayormente fermiónico; la matriz amerindia, en cambio, busca un equilibrio de lo bosónico y fermionico desde una matriz bosónica, empero. Por eso es vulnerable frente a una civilización que reprime la energía bosónica y enfatiza la sola energía fermiónica, depredadora por definición. El quid pro quo de ese diferencial energético es el que explica mejor la conquista. Los amerindios pensaron que los españoles pertenecían a la civilización del don: lo bosónico, y los españoles supusieron que los amerindios eran unos capitalistas en ciernes como ellos: lo fermiónico. Ese error nos constituye hasta el día de hoy, Proyecto de Cambio incluido. Se sigue imponiendo lo occidental y dejando engañar lo amerindio.

Así, pues, para decirlo gráficamente. La Humanidad colapsa ora como Fermión (-), ora como Bosón (+). Esto vendría a ser como los Tipos Ideales de Max Weber. Los tipos reales son combinaciones de este corte. Occidente, por ejemplo, es el signo fermiónico - en 50 puntos de tamaño y en negrita y el signo bosónico + en 10 puntos de tamaño y blanquita. Esto porque no es sistémico, busca la identidad: lo no-contradictorio y, por tanto, privilegia una sola variable: lo cuantitativo y homogéneo, a costa de todo lo demás. La Indianidad, por ejemplo, es el signo bosónico + en 25 puntos de tamaño y en negrita y el signo fermiónico – en 25 puntos de tamaño y en blanquita. Esto porque es sistémica: busca la homeostasis; se basa en el principio antagonista y busca, por tanto, la complementariedad de opuestos; necesita del t´inqhu de energías en un taypi para ecualizar el sistema; privilegia lo cualitativo y heterogéneo.

Ahora bien, cuando estas dos Matrices de civilización se encuentran en un mismo espacio, la Matriz Fermiónica avasalla, reprime y distorsiona a la Matriz Bosónica. La historia de los últimos 500 años, en Bolivia y el mundo, me ahorra dar ejemplos. Es demasiado obvia la supremacía del Occidente fermiónico en el mundo. Ahora bien, esta unilateralidad occidental es patógena para la biosfera en su conjunto y, a fortiori, para la humanidad. Produce neurosis, Freud, y desequilibrio de los ecosistemas terrestres. Pero no va a desaparecer como desean los anti-capitalistas y anti-monoteístas. Para mí, el capitalismo/socialismo es el resultado real del monoteísmo simbólico, son indisociables; como el ayni es el resultado real del animismo simbólico amerindio, también son indisociables. La energía fermiónica no puede desparecer, como tampoco la bosónica. Estas son las metáforas que tenemos que repensar políticamente.

Una vuelta más de tornillo a las dos Matrices de civilización, para irlas visibilizando más. En un cuadro a dos columnas, escribiré las características más saltantes de ambas Matrices, sabiendo que cada una de ellas incluye a su contraria de modo subordinado o minimizado. Espero que hablen por sí mismas las dos columnas.

Occidente

Oriente (Indianidad)

Unidad

Paridad

Comunitarismo

Individualismo

Fijación en el Padre: Ley

Fijación en la Madre: Naturaleza

Ser (estático, abstracto)

Devenir (cíclico, concreto)

Antropomórfico

Cosmomórfico

Ética individual

Moral cósmica

Homo faber

Homo mayeuticus

Monoteísmo

Animismo

Tempo-céntrico: historia, progreso, desarrollo

Espacio-céntrico: Suma Qamaña

Los valores que hacen masa crítica en ambas Matrices las podría graficar del siguiente modo.

Occidente

Indianidad

No relacionalidad. “La cosa en sí”

Relacionalidad. “Todo está ligado”

Unidad: un solo polo significativo

Correspondencia: el par hace la simetría. Todo es simétrico en el cosmos

Substancia: el ente en sí

Reciprocidad: dar, recibir y devolver

Abstracción: mapa

Lógica de lo concreto: territorio

Egoísmo: yo (punto fijo que no cambia)

Solidaridad: nosotros (todo es relativo)

Basten estos insumos, para pasar a caracterizar la forma Estado, Gobierno, en ambas Matrices de civilización. Con Parménides los griegos hacen una apuesta extraordinaria, cuyos resultados e implicaciones recién ahora estamos en la capacidad de evaluar. Inventan el ser, la substancia, los sustantivos abstractos. Se dicen: no todo puede ser fluir, como todavía Heráclito definía la realidad. Hay que detener el flujo de la energía. Se rehúsan aceptar la segunda ley de la termodinámica en el nivel imaginario. Nace la ontología y la metafísica occidental: hay un mundo de las ideas absoluto, puro, incontaminado, que no cambia y, por tanto, puede amainar la sensación de vértigo y orientar las acciones humanas, desde un punto de referencia fijo, a valorizar y acumular la energía producida por el trabajo humano. Surge lo estático y, con ello, las instituciones que son baterías para acumular energía y distribuirla, luego, en el largo plazo; hay que dejar de vivir al día, como Epicúreo. Surge el Estado que, en la tradición aristotélica, es la Monarquía: el poder del Uno. Al interior de la Hélade también co-existía, pero subordinada y minimizada, la energía contraria, representada por epicúreos, cínicos, estoicos, escépticos …: los postmodernos del mundo helenístico. Los perdedores de entonces. Las tecnologías que van a permitir congelar la disipación de energía y acumularla para el largo plazo (planificación, gestión…) son, sobre todo, la escritura: congelar la voz, y el dinero: congelar el trabajo. No hay Estado, a la occidental, sin escritura y sin dinero, sin planificación, gerencia: burocracia. El Estado moderno es, pues, una franquicia europea, de raíz griega y kabbalista: el orden angélico: las mediaciones para suscitar el Poder (ex nihilo) como chanchullo de las modernas burocracias estatales. De aquí sale el concepto de “comunidad imaginaria”; tan eficaz, como sabemos, en Occidente. Es, pues, una máquina racional/ficcional para producir bienes y servicios a escala industrial. Un gobierno municipal es eso a escala no nacional. La Indianidad, que se basa en un modelo energético, en el continuo de la biosfera, es un modelo disipativo, de alta sinergia que, sólo por perplejidad conceptual y abusando de la analogía, se le puede llamar “Estado”: estático. Pues es, más bien, la rotación, el turno, el flujo, el pasar el cargo, lo rotativo, no lo detentativo: la mita: lo interactivo, lo que le define. Lo contrario del modelo occidental. Las tecnologías que van a permitir su funcionamiento son las de la reciprocidad: el ayni. Esta forma de trabajo/juego/ritual/celebración: sacramento, busca la generación del valor; no la acumulación. El capitalismo/socialismo es cero valor por diseño. La Reciprocidad, por el contrario, busca generar los valores humanos. Ese es su objetivo. En esto consiste el Suma Qamaña. Desarrollo y Suma Qamaña, por cierto, no van juntos en un mismo espacio; por ejemplo, el del Estado Plurinacional, como ya sabemos. La acumulación, la concentración de energía en un punto del sistema, que retiene la energía y ésta deja de fluir por el resto del cuerpo, es la quintaesencia del capitalismo. Esta acumulación asistémica, desde el punto de vista de los sistemas vivos, es entendido como una enfermedad. La acupuntura, como sabemos, es la tecnología encargada de desatorar el caño para que la energía siga fluyendo: en ello estriba la salud de un sistema vivo. Acumular, detener el flujo del Chi, (en chino, Cha en aymara) es patógeno. Así, pues, la oposición antagónica de ambas Matrices de civilización está servida. Desde el punto de vista político, estos son los contenidos y formas que nos constituyen como sociedad.

Ahora bien, en Bolivia tenemos lo siguiente: hemos aceptado la forma Estado, de cuño europeo, el hardware digamos, pero el manejo racional, profesional, meritocrático, orientado a resultados, etcétera, su software, lo hemos remplazado por un galimatías que ritualiza lo que no entiende, a saber, que el Estado es una máquina racional/ficcional para producir bienes y servicios y no una chacra, en el ecosistema ciudad, donde se cosecha un sueldito al mes, en lugar de papas y, a saber, por turno. El Estado, para los amerindios, es otra chacra más que les da de comer; por eso se challan, justamente, las oficinas estatales el martes de carnaval, de acuerdo a la ley del ayni. Hay que compartir ¿no ve que? En esto estriba el “nuevo modelo” de gestión plurinacional: para ser funcionario público (no tenemos burocracia estatal) hay que haber sido antes dirigente sindical, amen de ser militante del partido de gobierno; algo a lo que ya estábamos acostumbrados, por cierto. Esito y ritualidad; todo ello bañado en muyta, mucha muyta: dar vueltas, asombrado, en su escritorio y en los “talleres de capacitación”. Nada de estudios, títulos, oposiciones, meritocracia. Así tenemos que, una forma racional y abstracta, es operada como un qhathu. Por eso somos un simulacro estatal y estamos donde estamos en los rankings occidentales. Pero he aquí, que la “forma ayllu” ha sido capaz de producir una civilización holista y equilibrada que hoy nos asombra y es una posibilidad de reinventar nuevas formas políticas de base ecológica.

Lo que debemos saber es que tanto la Matriz occidental como la Matriz amerindia son poderosas. Ahora bien, lo que también sabemos es que, en un espacio compartido, como el que ofrece la forma Estado nación (o plurinacional), la forma occidental se impone, de modo formal, pero los modos amerindios terminan, operativamente, bloqueando y neutralizando la energía fermiónica occidental y, de este modo, ninguna de las dos Matrices terminan ofreciendo sus bondades. Sin lucidez epistémica, pero en buena lectura fenomenológica, en Bolivia siempre se ha hablado de “poder dual”, “doble poder”, “bloqueo”, “empate catastrófico”. Esta es la razón. ¿Qué hacer entonces? Antes, sugiero un ejemplo para visualizar una propuesta probablemente insólita a primera vista.

Veamos el caso de la Paz de Westfalia, 1648, que está en el origen de los actuales Estados europeos. Como se sabe, después de la Reforma protestante, Europa se desangró en guerras de religión. Ahora bien, al interior del cristianismo, también se puede ver al catolicismo como bosónico y al protestantismo como fermiónico. Revueltos, dentro de la República cristiana y el imperialismo de Carlos VI, produjeron la Guerra de los Treinta Años en Alemania y la Guerra de los Ochenta Años entre España y los Países Bajos. Lo que me importa resaltar, de este ejemplo, es que para que la paz se pudiera establecer entre Matrices culturales antagónicas, se decidió que cada Estado territorial adoptara como propia y oficial la religión de su príncipe, duque, arzobispo, etcétera. Cuius regio eius religio fue la divisa. Así, en territorialidades protestantes regía el software protestante y en territorialidades católicas regía el software católico. Hoy en día, como sabemos, la Unión Europea cataliza una ecualización de un sistema político democrático en el que el sur católico y el norte protestante forman una sola unidad política, económica y cultural. Ya nadie va a matar o morir por Lutero o por el Papa. El laicismo es el Tercero Incluido de esa contradicción entonces sangrienta. En la Colonia conocimos la República de los Indios y la República de los Españoles que se prolonga hasta hoy en día en las dos Bolivias. No voy a proponer, pues, nada nuevo. Voy a sugerir, simplemente, una forma probada para “desfacer entuertos” políticos como el nuestro, que no nos desangra, cierto, pero nos mantiene en una lógica de suma cero. Nadie gana y, por tanto, el Estado: el Tercero Incluido, no puede ecualizar las ganancias de cada Matriz. No hay Bien común; hay una desigualdad inaceptable.

Avancemos un paso más. La “forma municipio” pertenece a la Matriz occidental; la “forma ayllu” pertenece a la Matriz aymara. (Con todo respeto, la “forma autonomía indígena” no se donde se inscribe. Sólo se que no tiene nada que ver con la Matriz indígena, por donde se la quiera ver. Es un relicto de la guerra fría entre el MAS y la Media Luna. No tiene viabilidad. ¿Querrán los indígenas, voluntariamente, convertirse en una indian reserve de tipo americano? No creo.). Ahora bien, en el caso de La Paz, lo que hace masa crítica en nuestro municipio es lo occidental. Los aymaras y quechuas paceños, cuando están en la ciudad: lengua, vestido, comida, vivienda, trabajo… colapsan significativamente en occidental. Lo aymara, no es que desaparece, pero se expresa significativamente en las relaciones, creencias, Gran Poder, mercados, fiestas patronales barriales. La Fiesta es el efecto exotérico del funcionamiento esotérico de la economía de reciprocidad. No es folclore. De nuestro lado, lo aymara también tiene su lugar: challamos, muyteamos, chuymeamos, llamamos al ajayu, ñateamos…en fin, idolatramos también. Simétricamente al revés que los aymaras. ¿Qué lógica da cuenta de este tipo de interacción? No la hegeliana, donde lo indio y lo español se superan, aufheben, en lo cholo, si la masa crítica es india, o mestizo, si la masa crítica es española. Y ello, además, empaquetado esencialistamente de acuerdo a la ontología occidental. De aquí brota el pseudo problema de la “Identidad”, basado en el Principio de no-contradicción. La gente, absurdamente, se ve obligada a definirse: o se es q´ara o se es t´ara, indígena o “ninguno” (según la nomenclatura de los sabios del INE). Falso dilema. Tal, en cualquier caso, el nivel fenomenológico del chenko identitario, exacerbado por el maniqueísmo masista.

Ahora bien, he aquí que actualmente, gracias a la formalización lógica de la física cuántica, por Stéphane Lupasco, sabemos alguito mejor cómo opera esa interacción. Parece ser que las estructuras básicas de la socialidad brotan del equilibrio entre dos fuerzas antagónicas: Bosón y Fermión, Diferencia e Identidad, vale decir, de las fuerzas de heterogeneización y de las fuerzas de homogeneización. Es, justamente, este equilibrio contradictorio el que parece permitir un reconocimiento del hombre por el hombre, como un ser superior a su identidad biológica. Si cada uno se reconociera como hombre en la parte del otro que es idéntica a sí mismo, las sociedades estarían constituidas por individuos similares o reducidos a un modelo único e inmutable. Por otra parte, si se reconocieran sólo por ser diferentes unos de otros, los hombres serían extranjeros entre sí y hasta enemigos. La antropología nos ha mostrado estas estructuras dualistas en las que hay siempre simetría de relaciones de hostilidad, de la misma importancia que las relaciones de alianza. Pero pocos, por el Principio de identidad aristotélico, llegan a la observación de que es, justamente, el equilibrio mismo de la relación de identidad y diferencia, de unión y exclusión, de faccionalismo y comunitarismo, el que hace posible que haya sociedad y que, por consiguiente, nos las tenemos que haber con la oscilación de las dos energías. El Principio de antagonismo enuncia, pues, que a todo fenómeno corresponde un antifenómeno: e / no-e, de tal modo que la actualización de uno sea también la potentialización del otro, y recíprocamente. Si actualizo mi pertenencia occidental, se potencializa mi pertenencia aymara; si actualizo mi pertenencia aymara, se vuelve virtual mi pertenencia occidental. Tenemos muchas pertenencias de distinto voltaje. Si la metáfora de la Identidad, A=A, pudiera verificarse en un laboratorio, ello equivaldría al equilibrio térmico: a la muerte. Con la metáfora de la Identidad vamos por una falsa pista. La potencialización es definida por Lupasco como una conciencia elemental. La onda actualizada está unida a una estructura corpuscular potencializada; la estructura corpuscular actualizada está unida a una onda potencializada y cada una de esas potencializaciones es una conciencia elemental. He aquí el punto de vista también ratificado por Temple. Heisenberg utiliza la noción de potencialidad en el sentido aristotélico de acto y potencia. Aristóteles, en efecto, entendía la Materia como una entidad diferenciada que contiene, en potencia, los contrarios: el engendramiento y la corrupción, la vida y la muerte, el orden y el desorden. Ahora bien, el aporte de Lupasco estriba en introducir un término nuevo para este estado particular de potencialidades coexistentes simétricas: “el estado T” que significa, justamente, lo contradictorio en sí mismo. He aquí, empero, que ese Tercero es el tercero que la lógica clásica excluye y que, probablemente por ello, Lupasco llama Tercero incluído. Ese “estado T” menta, asimismo, la situación en la que las dos polaridades antagónicas de un acontecimiento son de intensidad igual y se anulan recíprocamente, para dar nacimiento a una tercera dinámica entre la energía y la materia, en sí misma contradictoria. Dicho de otro modo, el principio de antagonismo conduce al reconocimiento de una entidad sin materia ni energía, tan real, empero, como la realidad, que Lupasco denomina “Conciencia de conciencia”, que no viene a ser sino “energía psíquica” y que Temple llama “Afectividad” y Jacqueline Michaux ch´uyma. Con lo cual hemos entrado imperceptiblemente al dominio de la Reciprocidad: la liberación de las energías de las polaridades antagónicas que se topan en el cara a cara del encuentro interhumano. La reciprocidad permite al ser humano descubrir su condición simultánea y latente de predador y presa, de asesino y víctima. El monoteísmo eligió ignorar y reprimir la polaridad, sólo Uno, con las funestas consecuencias que todos conocemos: el holocausto del otro: indios, judíos, gitanos, homosexuales y también el holocausto de la Otra; la naturaleza. Dicho de otra manera, la reciprocidad permite entender que el Agente, en su turno, sea Paciente y el Paciente, en su turno, sea Agente; con otras palabras: que cada uno es la sede de lo contradictorio, pero de tal suerte que el contexto de uno es anulado por el contexto antagonista del otro. La existencia del uno es puesta en juego por la existencia del otro y es la relativización mutua, del uno y el otro, lo que da nacimiento a un Tercero incluido que Temple llama “humanidad” y, en el caso nuestro, también podemos llamar el nuevo “Estado”: la Diarquía: las dos energías, occidental y amerindia, se actualizan y potencializan mutuamente, es decir, se relativizan una a la otra y viceversa. De este modo, el principio de antagonismo, en la lógica sistémica del nuevo paradigma, propone una solución original al problema de las relaciones del espíritu con la materia y la energía. La teoría de Lupasco reduce la distancia entre el espíritu científico y el espíritu racional. Nos hallamos, pues, en las antípodas de la modernidad, donde el intríngulis boliviano no tiene solución, ni por la derecha ni por la izquierda: energías básicamente fermiónicas, como estamos comprobando con el actual régimen.

Hay dos maneras básicas de operativizar una idea. La amerinda: buscando el equilibrio de todas las variables y la occidental: focalizando las energías: los recursos, en un punto complejo y de allí rebalsar hacia el resto de las variables. Ambas pertenecen a nuestra caja de herramientas; debemos usar una u otra según el caso. En el caso de nuestro municipio, no estamos en cero y, además, hemos votado un modelo bien concreto: un modelo municipal de gestión y tecnocracia de tipo occidental. Eso es lo que hace masa crítica. Es decir, desde lo occidental tenemos que abrirnos hacia lo aymara, para buscar un t´inqhu de civilizaciones; no interculturalidad. En otros municipios tendrá que ser al revés. No hay recetas generales y absolutas. Desde lo occidental, lo mejor es buscar un punto complejo para iniciar la deconstrucción del modelo político monoteísta derechista/izquierdista. Sugiero empezar por lo primero que colonizaron los españoles: la comprensión ecosimbiótica del espacio andino, imponiendo el sistema mecanicista de las Reducciones toledanas: compartimentación homogénea del espacio: provincias, secciones, cantones y, después, en la misma lógica, departamentos. Ahora bien, sabemos que en nuestra ciudad existen hasta el día de hoy Ayllus Urbanos, enterrados e invisibilizados por los barrios, distritos, macro-distritos y cicunscripciones republicanos. De lo que se trata, pues, es de visibilizarlos, mapearlos, reconocerlos y decidir, para empezar, que en uno de ellos, por ejemplo el Ayllu Chijini, empieza un proceso de autodeterminación y gobierno propio en la lógica del Ayllu. Es decir lo que rija en ese espacio: la territorialidad del ayllu Chijini, será su sistema jurídico, su sistema económico, su sistema político. Los servicios de salud, educación, planificación, diseño urbano, etcétera, deben seguir los patrones que les de la gana. Hay que abrir un espacio de incertidumbre, indeterminación, creatividad y, gerencialmente, diseñar una interfase de sistema entre el Ayllu y el Municipio, pues la tan cacareada idea de autonomía es una imposibilidad real y una aberración política; no hay tal cosa, ni en el cielo ni en la tierra; lo que hay es interdependencia, sinergia, colaboración, coordinación, desde la propia matriz. En pocas palabras, se trata de que lo occidental: nuestro Municipio, funcione con excelencia: invierta en educación, investigación e innovación, produzca cantidad y nuestros ayllus urbanos vuelvan a renacer y vuelva a florecer el ayni y nos llenemos de kamiris: produzcan calidad, y, entonces, recién entonces, nos inventaremos el Tercero Incluido: el ecualizador del sistema: el nuevo concepto de Gobierno y Administración; es decir, un “Estado” estático-dinámico, por así decir, que trasvase las riquezas de una Matriz a otra. Un detalle más: hay que empaquetar este proceso como una Comunidad de Aprendizaje, para ofrecer a escala ampliada los resultados de este proceso como programa de gobierno para las próximas elecciones. Este laboratorio político será una nueva forma de hacer política, esta vez más indígena que occidental: obras en vez de palabras.